Durante el período constitucional y aún con el susto en el cuerpo, la concesión ideológica de unos y otros no fue entendida como un trágala sino como la única vía posible para el despertar de España. Hoy, los ciudadanos nos hayamos en el pequeño cerco de libertad que dejan entre ellos los que han secuestrado la Constitución y no permiten su reforma, y los que la denigran constantemente con el único propósito de echar balones fuera. La Constitución está calzando demasiadas poltronas.